domingo, 19 de enero de 2014

El último de Filipinas.

El 15 de agosto de 1945, y por voluntad de su Emperador, los japoneses se rindieron a los Aliados.  Todos, en bloque, o casi. Unos pocos, confinados en islas o selvas e ignorantes del final de la guerra, se mantuvieron irreductibles durante años o décadas. Uno de ellos fue Hiroo Onoda. Oficial de inteligencia del Ejercito Imperial Japonés, Onoda no supo o no se creyó la derrota del Japón hasta el 9 de marzo de 1974. No siempre ser el único es un rasgo de individualismo. Durante treinta el indómito oficial japonés siguió haciendo la guerra por su cuenta por un exceso de gregarismo. El rebaño había cambiado el paso, no él.


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