Un homúnculo clausurado
en una camisa de fuerza, unos anaqueles con la forma de un libro
abierto y volátil, un rostro que se disuelve en las letras del
alfabeto, un libro al que han seccionado, como si fuese la ración de
una tarta, un segmento con forma de triángulo isósceles. Me
pregunto qué habrá sido de los objetos análogos y anómalos que
hace veinte años, o hace treinta, merecieron una reseña en estas
mismas páginas del suplemento cultural que tengo en las manos. Como
los artistas se muestran siempre contrarios a ser englutidos por el
sistema, al menos de boquilla, tal vez congenie mejor con su voluntad
rompedora que el destino final de sus obras sea el vertedero y no el
museo. Mejor el vómito que una buena digestión filistea.
Alicia Martín: "Libro-estante".
Alicia Martín: "Libro-estante".
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