Ropa.
Que la ropa nos vuelva opacos a los ojos de los demás puede ser una bendición. Los ojos, la
boca, las mejillas o las manos pueden traicionar, y a menudo
traicionan, lo que nos pasa por la cabeza y por el corazón. Al menos
si vamos vestidos la alegría genesíaca y neumática que puede
llegar a producirnos una mujer hermosa queda oculta a los ojos de
la interesada. Al menos hasta que ella quiera...
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