sábado, 8 de febrero de 2014

Ropa.

Que la ropa nos vuelva opacos a los ojos de los demás puede ser una bendición. Los ojos, la boca, las mejillas o las manos pueden traicionar, y a menudo traicionan, lo que nos pasa por la cabeza y por el corazón. Al menos si vamos vestidos la alegría genesíaca y neumática que puede llegar a producirnos una mujer hermosa queda oculta a los ojos de la interesada. Al menos hasta que ella quiera...

                                                                         Xavier Valls: Nu au canapé, París, 1964

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