El telediario, por una
vez, nos da un respiro y en lugar de volver a contarnos el ya clásico
cuento del político que puso el cazo y del empresario que lo llenó
se hace eco de las ondas gravitacionales del Big Bang, discernibles
en la radiación de fondo del universo, de la que se acaban de
detectar trazas gracias a un supertelescopio situado en la Antártida.
A mí me llega otra radiación de fondo, pero más cercana, que me
impide escuchar los detalles del sensacional descubrimiento. Son mis
hijos, arrastrando sus juguetes como si fueran un botín de guerra,
por el salón de casa. ¡Bendita la entropía que traen a mi vida!
Telescopio BICE2. Foto de Steffen Richter (Universidad de Harvard).
Si no fuera ciencia, uno pensaría que le toman el pelo con cuentos imposibles. Resulta increíble pensar que el primer pálpito del universo haya dejado un rastro, y más aún, que alguien lo haya encontrado en medio del insondable infinito.
ResponderEliminarSi no fuera ciencia, uno pensaría en convertir esa idea en el principio de una novela que nadie creería. Solo faltaba que los juguetes de tus niños, como en Toy Story, tuviesen vida propia.